martes, 17 de junio de 2008

Pensamientos Suicidas

Esa mañana cuando sonó el despertador me di cuenta de que no me iba a levantar, y que tampoco lo haría por mucho tiempo; en realidad no quería hacerlo nunca. Lo que pasó es que me di cuenta de que nada tiene sentido, ¿para qué vivimos? ¿para morir? y si vivimos para morir ¿para qué vivimos? Pensé que lo mejor que podía hacer era matarme para responderme esas preguntas de mierda, pero no tenía ganas.

Los pájaros cantaban afuera y en vez de salir y agarrarlos a piedrazos me quedé en mi pieza. No comía, no veía televisión, ni computador ni nada; el solo hecho de pararme de la cama y realizar alguna acción me llevaba a un debate interior que duraba todo el tiempo que duraban las ganas de hacerlo.

Al segundo día el teléfono empezó a sonar. Seguramente los compañeros de la universidad, la familia, el banco o un robot con muletas. No contesté.

Al quinto día tocaron la puerta de la casa, "abre weón yo se que estay ahí, no me obliguí a botar la puerta" se escuchó la voz del Jota, debía estar enojado porque yo tenía las presentaciones de la prueba solemne y seguramente tuvimos un uno, pero ¿qué chucha me importaba a mi eso?.

Botó la puerta y ni siquiera me reí con su cara de sorpresa (estaba toda la cama cagada y meada porque no me paré al baño) "¿conchatumadre weón qué te pasó?" me preguntó, lo miré, el silencio duro un par de minutos y el Jota pasó por encima de la puerta y se fue.

Media hora después me estaban levantando unos médicos, me metieron en una ambulancia y me llevaron a un hopital. El doctor me vió y luego de examinarme un rato me dijo:

- No es fácil para mi decirlo, pero usted tiene Suicidio.

Que te digan eso no es fácil para uno, para dos tampoco, asique me paré, salí corriendo, llegué a mi casa y escribí esto.

lunes, 9 de junio de 2008

Extracto del Nuevo Testamento (versión no censurada)

Este es un fragmento encontrado en las últimas páginas del libro de Juan de una biblia que regalan en la calle (Mapocho con Joaquín Valledor), Capítulo 32. versículos 15 al 40.

Miró Jesucristo a María su madre desde lo alto de la cruz y le dijo: "Agua porfavor". María corrió en busca de estas dejando a María Magdalena y a Pedro a solas con Jesús. Entonces les pidió: "Cuídense unos a otros, que los tiempos que vienen son tiempos difíciles". Esto último con un hilo de voz y un hilo de sangre recorriendo sus labios. María volvió con el agua y untó un paño húmedo en esta, acto seguido se lo acercó a su boca. Luego de beber Jesús dijo: "Todo se ha cumplido segun tu palabra Padre, ahora puedo marchar en paz" y su cabeza calló inerte hacia un lado.
El guardia romano que supervisaba la crucificción se encontraba hambriento, el trato para ellos también era malo, casi como lo era para los prisioneros próximos a ser crucificados; solo les daban de comer los frutos de coronas de espinas y un poco de agua. Ese día en especial había sido muy largo y agotador, burlarse de un indefenso y azotarlo hasta la agonía no es un trabajo fácil y su hambre llegó a su máxima expresión cuando María sacó un poco de pan. "Que muera rápido pensó" y con su lanza atravesó el costado de Jesús, pero no se dio cuenta de que pasó a llevar el manto que cubría los genitales de este.
En un segundo el manto de Jesús cayó al suelo dejando toda su "humanidad" al descubierto. Pedro le tapó los ojos a María Magdalena, quien intentaba mirar a través de los espacios entre sus dedos (No olvidemos que era una prostituta retirada); mientras María ahogaba un grito.

Entonces Pedro comprendió las palabras de Jesús: "Los tiempos que vienen serán tiempos difíciles"